viernes, 11 de diciembre de 2015

La Secretaría de Cultura que México necesita


Por Ernesto Piedras Feria*

Siempre.- Existe hoy un importante avance en el reconocimiento que se le brinda a la cultura tanto por su carácter espiritual, estético y moral con un amplio contenido simbólico, como por tratarse de un recurso económico fundamental y, como tal, productivo. A pesar de ello, no cabe duda de que actualmente existe un gran potencial para eficientar el trato que se le brinda a este ámbito en México.

Poco a poco las actividades que tienen como insumo principal la creatividad, han ido adquiriendo importancia en la escena nacional, atrayendo el interés de organismos como el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) que incentiva el desarrollo de instrumentos de medición para la cuantificación y exploración de este sector. Sin duda alguna, el sector cultural resulta de suma importancia para el desarrollo integral del país, ya que se ha identificado que las Industrias Culturales y Creativas (ICC) conforman un componente básico de la producción en el país, resultando en la generación de empleos, ejercicios de inversión, flujo de divisas, desarrollo y bienestar social.

De acuerdo con las estadísticas más recientes, las ICC generan flujos económicos equivalentes al 7.3% del Producto Interno Bruto (PIB) nacional. Esto las posiciona como uno de los principales sectores productivos de la economía mexicana, por encima de otros como la industria textil o la automotriz, entre muchas otras. Así, la Cultura y la Creatividad se consolidan como uno de los principales pilares económicos del país y por ende como un importante motor para el desarrollo.

Resulta muy importante para el sector creativo y cultural contar con un corpus legal e institucional integral basado en reglas claras, estables y conducentes que garanticen su gestión y desarrollo sustentable.

En este contexto, resultaba una necesidad impostergable que la cultura tuviera un reconocimiento jurídico e institucional propio. A partir del informe presidencial del año 2015 se abrieron las puertas a una nueva oportunidad para el desarrollo de las ICC en México. La iniciativa para la conformación de una Secretaria de Cultura constituye una posible alternativa para elevar la capacidad de los creadores, artistas, investigadores, académicos, políticos y demás agentes del sector para alcanzar su potencial.

¿Es la Secretaria de Cultura la solución?

Sin duda, establecer una Secretaría de Cultura en sí misma no es una solución que impulse al sector cultural, sin embargo, suma al músculo institucional para gestionar, presupuestar y fomentar la transversalidad de las políticas culturales y alcanzar la alineación con el complejo social nacional. Por lo tanto uno de los principales retos de esta nueva Secretaría será la creación de una plataforma de diálogo entre los diferentes sectores del contexto nacional.

Resulta inverosímil que un país como México, con una vasta riqueza y tradición cultural no contara con un corte institucional del más alto nivel. Aunque el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) es un antecedente importante, el hecho de que estuviera inmersa en el quehacer de otra secretaría, la Secretaría de Educación Pública, propiciaba que la Cultura no contara con un tratamiento especial pues ni en su nombre ni estructura se encuentra el vocablo Cultura, mostrando su incapacidad de gestión de recursos para los creadores.

Es de esperarse que la Cultura, en su rango de Secretaría de Estado, tenga legalmente mayor capacidad de gestionar recursos. Con la nueva dependencia se podrá lograr mayor eficiencia administrativa, y así apuntalar e impulsar la cultura en nuestro país. Al tener el rango administrativo más alto, la Secretaría de Cultura contará con más elementos para un mejor aprovechamiento de la infraestructura cultural que se ha construido por años y podrá además aprovechar la experiencia acumulada por las instituciones como el INBA e INAH

Con la creación de la nueva secretaría se tiene la oportunidad de contar con un ente administrativo que brinde estructura, articule y empate las políticas culturales con las políticas públicas de los tres niveles del gobierno. Para lograr un cambio efectivo, la nueva secretaría tendrá que estar acompañada de un enfoque de política pública integral que contemple el desarrollo social, comercial, de aranceles, de hacienda conforme al pago de especie, de turismo, entre otras, para convertirse en una institución pivote y centro de múltiples roles.


Acerca de la estructura

Indudablemente el esfuerzo que representa integrar a un nuevo órgano institucional de promoción, protección y difusión de la cultura deberá contar con áreas de: patrimonio histórico; artes plásticas y audiovisuales; museos, archivos y bibliotecas estatales; artes escénicas, música y danza; actividades cinematográficas y audiovisuales de producción, distribución y exhibición; industrias culturales y creativas; promoción y difusión de la cultura mexicana; defensa y protección de la propiedad intelectual; fomento del libro y la lectura y el estímulo a la creación literaria; elaboración y gestión del plan de infraestructuras culturales del Estado; y orientación e impulso de las relaciones internacionales en materia de cultura.

Además, es imprescindible que la nueva Secretaría cuente con una subsecretaría de planeación estratégica e industrias creativas que genere evaluaciones periódicas de consumo, apoyo a creadores y financiamiento para nuevos productores culturales.

Se requerirá de una política cultural Integral en la construcción de iniciativas fiscales para la cultura que incluyan la gestión de fondos prestables para creadores emprendedores como el mecenazgo. Aunado al papel fundamental en la generación de empleo, producción, exportación, desarrollo social, inversión, entre otros varios aspectos de la contribución económica. Incluyendo su rol en la formación de funcionarios públicos especialistas en el sector. Por ejemplo, en el Banco de México o en la Secretaría de Relaciones Exteriores donde se alcance un servicio civil de carrera, con una larga tradición de generar desarrollo profesional especializado.

En consecuencia, la creación de la nueva secretaría resulta positivo en esta nueva fase. Sin embargo, no hay que olvidar que surge en un momento complicado para el sector público, en el que se observa cierta inestabilidad en las finanzas públicas. Así, la Secretaría de Cultura deberá ejecutar sus funciones bajo esquemas transparentes, con objetivos claros para estimular el desarrollo integral del país y detonar el potencial de crecimiento de las industrias culturales y creativas de México.


*Especialista en políticas culturales



Aprueban diputados creación de secretaría de cultura; pasa al Senado




México, DF. La Jornada. El pleno de la Cámara de Diputados aprobó la reforma propuesta por el presidente Enrique Peña Nieto a la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, para constituir una secretaría de cultura, que sustituirá al Consejo Nacional para las Cultura y las Artes (Conaculta) que fue creado en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari y tuvo como primer presidente al diplomático Víctor Flores Olea.
El dictamen fue aprobado con 426 votos de todos los grupos parlamentarios y sólo la ex rectora de la UAM Xochimilco y diputada de Morena, Patricia Aceves Pastrana lo hizo en abstención.
Sin embargo, a la hora de cantar el resultado del cómputo de los votos de los legisladores presentes, el presidente de la Mesa Directiva, Jesús Zambrano (PRD), expresó: “Aprobado por unanimidad. La abstención no se cuenta”.
Al presentar el dictamen, el presidente de la Comisión de Cultura, Santiago Taboada (PAN), consideró que la cultura ya no dependerá “de la buena voluntad del secretario de Educación en turno; el presupuesto ya no será una preocupación que enfrenta año con año las instituciones que transforman al país a través de la cultura”.
Explicó que la reforma le dará fuerza y reconocerá el trabajo del Instituto Nacional de Antropología e Historia, del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, así como de los organismos desconcentrados como Radio Educación y el Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana.
“Fuimos muy precisos en mantener su naturaleza jurídica al ser adscritos a la secretaría de cultura”, dijo.
La escritora y diputada federal por Morena, Laura Esquivel explicó que su bancada acompañó con entusiasmo y se sumó a la creación de la secretaría de cultura.
Sin embargo, expresó que la reforma aún presenta riesgos porque trabajadores e investigadores “temen, y quizá con razón, enmascare el deseo generalizado de este gobierno de hacer más gobiernos privados”.
La diputada priísta Angélica Mondragón sostuvo que la reforma constituye un mensaje a la comunidad de artistas, creadores, organizaciones no gubernamentales y a los ciudadanos de que la cultura y el arte merecen la más alta jerarquía en el diseño y ejecución de las políticas públicas.
La Mesa Directiva envió la respectiva minuta a la Cámara de Senadores para su discusión y eventual aprobación.

lunes, 23 de noviembre de 2015

La lectura en México, un problema multifactorial


Rosa María Camacho-Quiroz

Cada vez son más frecuentes las reflexiones sobre el poco o, mejor dicho, nulo hábito de la lectura en México. Todos sabemos que la costumbre de leer no es una de las más apreciadas en nuestro país, y para revertir esta situación se han creado, tanto a nivel federal como estatal, varios programas para incitar este hábito. Se han echado a andar proyectos como las llamadas “Salas de lectura”, “Olimpiadas de lectura”, “El rincón del libro”, “Para leer en libertad”, entre otros. Pero, ¿por qué es un problema la lectura en México? Más del 70% de los mexicanos no lee un solo libro al año. Unos porque son analfabetos y otros porque no quieren o no pueden.

En nuestro país, varios factores, entre económicos, culturales o pedagógicos, intervienen para que la lectura, entendida como práctica que conjuga la adquisición de conocimiento con el placer, no sea una rutina común en la población mexicana. Juan José Salazar Embarcadero, en su texto Leer o no leer (Libros, lectores y lectura en México), hace un estudio sobre los factores que influyen para formar lectores.

El libro se compone por cuatro apartados: “La industria editorial en México”, “Comercialización editorial”, “El consumo cultural y los índices de lectura” y “Las industrias culturales y las políticas públicas”; todo esto en 126 páginas. El texto comienza con un recorrido por la historia de la industria editorial en México, menciona un contexto revolucionario que influyó en la edición de periódicos, y que si bien el analfabetismo era alto, no impidió que surgieran editoriales como Porrúa y, más tarde, la Comisión Editorial Popular, que editaban material didáctico.

Asimismo, nos sitúa en los momentos vasconcelista, callista, cardenista, entre otros, y su entorno cultural y educativo, tiempos en que se impulsó la vida editorial en México, haciendo a la industria editorial mexicana líder en los años cincuenta. El autor hace una comparación de la industria editorial mexicana entre 1999-2000, donde aborda datos editoriales relevantes y posturas interesantes sobre la producción y consumo de libros. También se refiere al problema de la globalización de la industria editorial y los grandes consorcios, que han desvirtuado el fin de un libro, pues ya no interesa su calidad cultural o intelectual, lo importante para su publicación es que toque un tema que guste o atraiga a cierto grupo de la sociedad, o bien, que el autor sea conocido y vendible.

Más adelante, se toca el tema de la comercialización editorial. Esta parte comienza con una serie de cuestionamientos sobre la cultura y los índices de lectura en México. Se habla de la comercialización editorial, la relación de consumo y la disponibilidad de librerías o espacios que fomenten la lectura, así como sobre la bestsellerización que ha modificado los criterios de selección y exhibición de libros para su venta. El escritor señala que en México tener una librería es un negocio de alto riesgo y, por esto, los negocios familiares dedicados a la venta de libros han desaparecido y, en cambio, han florecido aquellas grandes cadenas de librerías que cuentan con la posibilidad de realizar extensas campañas publicitarias.

“El lector no ha muerto, está enfermo de marketing”, título de uno los incisos que conforman esta parte y que, sin duda, parodia la idea de Roland Barthes “el autor ha muerto”; expresa que los medios de comunicación masiva, sobre todo los electrónicos, nos incitan a comprar lo que está de moda o lo que ha ganado premios. Obtenemos lo que vemos en todos lados sin importar su contenido, porque nos dejamos seducir por textos que se nos presentan como soluciones a nuestra vida, aquellos que nos dicen cómo hacer para… Otra cuestión que se menciona son las dificultades para la distribución de textos, ya sean editados en España o en México, problema producto de las crisis económicas que ha vivido nuestro país y que, por supuesto, han repercutido en los productos culturales. Aunado a los problemas financieros, las editoriales mexicanas se enfrentan a los canales de venta que se siguen hoy en día, los catálogos de antaño se han cambiado por inventarios de temporada que atienden las inquietudes de lectores ocasionales influidos por lo que ven y lo que oyen.

Las librerías, espacio per se para la venta de libros, así como las ferias de libro, tienen que rivalizar con las librerías virtuales, aquellas que se consultan desde un escritorio; evita el viaje a la librería o feria. Otra cuestión importante que se plantea es el ambulantaje y la piratería editorial, acciones que deterioran la comercialización de los textos. Este libro también da muestras del consumo cultural y los índices de lectura. Salazar hace una clara diferenciación entre “consumo” y “consumismo”, y habla de la utilización de los productos culturales y televisivos, así como sus repercusiones en la lectura y en la actividad editorial mexicana, uso que nos lleva irremediablemente al best seller, producto vendido en exceso por causa de escritura estereotipada, donde el lector busca su reflejo y encuentra fin a sus problemas sentimentales, laborales, etcétera; y no es que sea así, todo es producto de la mercadotecnia que ofrece formularios de éxito. En esta parte, el autor hace una tipología del lector con base en tres variables sacadas de los resultados obtenidos de la Encuesta Nacional de Lectura (enl) que arroja datos importantes, los cuales sustentan el escrito. Las cifras más significativas y aterradoras que se manejan, a partir de la mencionada encuesta, y de otros tantos estudios que versan sobre la lectura, son los índices de lectura en México, que sólo por mencionar algo:
39.9 % de los encuestados mayores de 15 años no leyó ningún libro durante el año, 60.1 % dijo haber leído cuando menos un libro y apenas un 6.6% leyó más de diez libros en el mismo periodo; el 51.0% del 86.6% de quienes declararon en la enl “que lee o ha leído” no recuerda el título del último libro que leyó; o que de ese mismo porcentaje, el 52.3% no sabe cuál es su autor favorito. En la misma enl el 52.3 del 86.6% de los entrevistados que dijeron leer o que han leído no supieron el nombre de su autor favorito, el 1.4% mencionó a Cervantes, frente a un 3.8% para Carlos Cuauhtémoc Sánchez y un 2.5% para García Márquez. En cuanto a libro favorito aparecen: Don Quijote de la Mancha (1.4%), Juventud en éxtasis (1.6%) y Cien años de soledad (1.2%) (p. 77).

Estas cifras llevan a cuestionar al sistema educativo nacional: ¿Está creando lectores? La última parte de Leer o no leer, disyuntiva que sugiere el conflicto ontológico del ser o no ser, afronta las industrias culturales y las políticas públicas. Formula los problemas derivados del capitalismo, la globalización, los tratados de libre comercio, entre otras relaciones económicas, que han mermado la actividad cultural en los países en desarrollo.

Los libros, en estas naciones en crecimiento, en América Latina y México, más allá de ser un eje cultural, han sido un sostén político. Y no estando normada la industria editorial, en el sexenio del presidente Fox se promulgó la primera Ley del libro, que nunca se hizo efectiva, porque para los gobiernos no ha sido importante la industria cultural.

La cultura, dice Salazar: “ha estado lastrada en los discursos económicos. No es raro, entonces, que el subsector de cultura no sea tema de interés para muchos gobiernos” (p. 144). El texto termina elucidando la importancia de que México se convierta, a través de políticas públicas, en un referente editorial en castellano y en uno de los principales editores de libros de calidad. ¿Cómo lograrlo?


La importancia del libro de Salazar Embarcadero radica en que posibilita comprender la condición lectora de nuestro país, en el que hay un sinnúmero de componentes que influyen para ampliar el índice de lectura. Cómo hacer de México un referente editorial, como lo propone el autor, si no conocemos los elementos que circundan a los libros, a los lectores y a la lectura. Percatarnos de estos factores permite vislumbrar nuestra situación y tomar medidas para pugnar, desde nuestros lugares, para que la lectura no sea una opción, sino un requerimiento inherente a nosotros para acceder al poder de la palabra, al poder de la apropiación y de la comprensión de nuestra realidad.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

La lectura en México, un problema con varias aristas


Flor Velázquez

A manera de homenaje por la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra, de William Shakespeare y de ‘el Inca’ Garcilaso de la Vega, la UNESCO conmemora el Día Mundial del Libro y el Derecho de Autor el 23 de abril, desde el año 1996.

Uno de los objetivos del organismo multinacional para instaurar el día de la lectura, fue el de “alentar a todos, en particular a los más jóvenes, a descubrir el placer de la lectura y respetar la irreemplazable contribución de los creadores al progreso social y cultural”; sin embargo esta idea dista mucho de la realidad de la lectura que se tiene en México.

De acuerdo con la OCDE y la UNESCO, un mexicano lee en promedio 2.8 libros al año, cifra menor comparada a otros países. Esta lamentable situación es consecuencia de factores sociales, pero también económicos y hasta de salud.

En México la escasa cultura de la lectura no solo tiene sus raíces en un sistema educativo deficiente, sino también en el costo que tienen los materiales literarios, los cuales no son accesibles para un gran porcentaje de la población, que si bien han aprendido a leer en la educación básica, viven en estado de marginación y pobreza.

Otro factor importante que afecta los índices de lectura en México son los problemas visuales que millones de personas sufren y que en su mayoría no puede atenderse adecuadamente.

De acuerdo con el INEGI, 43.24 por ciento de la población, o sea 48 millones 575 mil 560 personas, requieren de servicios optométricos en México. De éstos, 20 por ciento se encuentra en edad escolar de 5 a 15 años, edad de máximo desarrollo cognoscitivo y de habilidades.

La falta de un adecuado sistema de salud en México ha propiciado que generaciones enteras crezcan con debilidad visual y otros problemas optométricos, los cuales generan, como consecuencia, un menor índice de lectores en el país.
A todo esto se le suma la popularización del internet, tecnología que ha desplazado a los libros tradicionales en la búsqueda de información y, cada vez más, también adentro de la literatura, a través de resúmenes encontrados en la red.

Hábitos de la lectura en México

La Encuesta Nacional de Lectura realizada en el 2012 por la Fundación Mexicana para el Fomento de la Lectura, reveló que 50 por ciento de los hogares en México poseen menos de 10 libros, mientras que la otra mitad únicamente cuenta con libros de texto gratuitos. Por otro lado, 54 por ciento de los encuestados indicaron que no leen cotidianamente, y 35 por ciento aseguró no haber leído un solo libro en su vida.

De acuerdo al estudio realizado, los principales motivos por los cuáles la gente no lee es por la falta de tiempo. Al parecer, el hábito de leer en lugares fuera del salón de clases o del trabajo es una actividad imposible o que incluso se puede llegar a considerar aburrida y desgastante, siendo sustituida por actividades diferentes como hacer ejercicio o descansar.

Según la última Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales del Conaculta, el promedio de libros leídos por año en México es de 2.9 (resultado similar a lo que plantea la Unesco), siendo los jóvenes de 18 a 22 años, con educación universitaria y de niveles socio económicos medio y alto, quienes más leen.


Pero lo más alarmante de esta investigación es que entre 70 y 73 por ciento de los mexicanos, es decir, alrededor de 82 millones de personas, no leen un solo libro al año unos porque no quieren o no pueden y otros porque no saben, dando como resultado cerca de 5.3 millones de analfabetas mayores de 15 años, según el INEGI. Tomado de: http://amqueretaro.com

miércoles, 14 de octubre de 2015

Estado de la lectura en México a mayo de 2015



Análisis del Modulo de Lectura del INEGI (MOLEC).- CANIEM

El 29 de junio pasado el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) presentó los resultados del Módulo de Lectura (MOLEC) correspondiente a mayo de 2015. Este módulo es una herramienta instrumentada por el mismo instituto para medir los índices de lectura  en personas de más de 18 años. Para la lectura de las cifras que arroja es importante considerar que no abarca del todo a la población, ya que no cuenta las lecturas de niños y jóvenes. Sin embargo, es un reflejo acertado de la cantidad de lecturas de un grupo fundamental de la población.

El Módulo de Lectura es un anexo a la Encuesta Nacional sobre Confianza del Consumidor (ENCO), y mientras que la ENCO es de periodicidad mensual, en 2015 se harán únicamente tres levantamientos del MOLEC.

La cobertura geográfica es de representación nacional y cubre las principales ciudades, determinadas como las 32 ciudades más grandes de cada entidad federativa. Se toman en cuenta solo las áreas urbanas por considerarse que en éstas se encuentra  la mayor cantidad de consumidores.

La muestra es de 2 mil 336 viviendas, en las 32 ciudades más grandes que, además, conforman el mismo agregado urbano de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE).

La unidad de muestreo es la vivienda y la población que es objeto de estudio es la de personas de 18 años y más que residen permanentemente en la vivienda particular.
Puesto que la muestra es de diseño probabilístico, los resultados se pueden generalizar a la población.

Los resultados que se presentan a continuación fueron obtenidos directamente de la base de datos del levantamiento de mayo de 2015 y no forman parte de los tabulados básicos del INEGI.

Puede consultar la información completa del Módulo de Lectura en la página del INEGI. (www.inegi.org.mx).

De acuerdo a las cifras del INEGI, el promedio de libros leídos por persona, en zonas urbanas, es de 3.9. Sin embargo al ver el desglose por entidad federativa se observa que 15 de estas se encuentran por encima del promedio. El número máximo de libros leídos por persona se encuentra en Sinaloa, sin embargo solo registra un total de 293 mil personas que leyeron libros.

Por otro lado, en el Distrito Federal, Jalisco y Nuevo León se observa que el número de personas que leyeron al menos un libro en los últimos 12 meses supera el millón de habitantes, aunque el promedio de libros leídos es de 2.6, 4.4, 3.4 y 3.5 respectivamente.

En el estado de Yucatán se registra el menor número de libros leídos al año, con 1.7. Le siguen los estados de Tabasco con 2.3 libros por persona y Chihuahua con 2.4.

El Distrito Federal se encuentra entre las nueve entidades cuyos habitantes leen menos de 3 libros al año. De acuerdo a los datos del MOLEC, el 47.6% de la población leyó libros de Literatura, mientras que el 31% leyó títulos de Autoayuda y Superación, mientras que 30.3% prefirió ediciones de cultura general (biografías, temas sociales o de interés general).

Por otro lado, 40% de la población considera que la razón principal para leer un libro es por gusto o entretenimiento. Una cuarta parte mencionó que fue por cultura general y 13% leyó libros por cuestiones de sus estudios.

De la población que leyó libros en los últimos 12 meses, el 40% compró la mayoría de los libros que leyó. Esto significa que solo 19% de la población en zonas urbanas compró libros para consumo personal. Para el 50% de los encuestados el material leído durante el último año, fue regalado o prestado.

Con base a la información levantada a través del MOLEC de mayo, el gasto hecho por la población urbana que leyó libros en los últimos 12 meses, fue de 5 mil 392 millones de pesos.

En promedio la población que compró los libros que leyó, gastó 886 pesos en un año. Solo en 11 de los estados el gasto en libros superó el promedio. La cantidad máxima se observa en Tabasco y solo en tres estados la inversión en libros supera los 2 mil pesos al año: Tabasco, Yucatán y Sinaloa. Mientras que en sentido contrario, el mínimo gastado se observa en Coahuila, con 177 pesos al año, además de esta entidad, en Quintana Roo, Tamaulipas y Tlaxcala, el promedio de gasto en libros, fue menor a 400 pesos.

El país que dejó de leer



Por David Toscana / New York Times

Hace años, la escuela no era para todos. Las aulas son lugares de disciplina, estudio. Los maestros eran figuras respetadas. Los padres realmente daban permiso para castigar a sus hijos con nalgadas o tirando de las orejas. Pero al menos en esos días la escuela tenía como objetivo ofrecer una vida más digna.

Hoy en día los niños asisten a la escuela más que nunca, pero  aprenden mucho menos. Aprenden casi nada. La proporción de la población mexicana que sabe leer y escribir está subiendo, pero en números absolutos hay más personas analfabetas en México ahora que los que había hace 12 años.

Incluso si la base de la alfabetización, la capacidad de leer una señal de tráfico o boletín de noticias va en aumento, la práctica de la lectura de un libro no lo es.

Una vez un país razonablemente bien educado, México, tomó el penúltimo lugar, entre 108 países, en una evaluación de la Unesco de los hábitos de lectura hace unos años.
Uno no puede dejar de preguntar al sistema educativo mexicano: “¿Cómo es posible que yo entregue un niño durante seis horas al día, cinco días a la semana, y me regresas a alguien que es básicamente un analfabeto?”

A pesar de los recientes avances en el desarrollo industrial y el creciente número de graduados en ingeniería, México está hundiéndose socialmente, políticamente y económicamente porque muchos de sus ciudadanos no leen.

Al asumir el cargo en diciembre, nuestro nuevo presidente, Enrique Peña Nieto, inmediatamente anunció un programa para mejorar la educación. Esto es típico. Todos los presidentes lo hacen al tomar la oficina.

¿El primer paso en su plan para mejorar la educación? Poner a la líder del sindicato de maestros, Elba Esther Gordillo, en la cárcel.

La señora Gordillo, quien ha dirigido la unión de 1,5 millones de miembros durante 23 años, es sospechosa de malversar unos 200 millones de dólares. Ella debe estar tras las rejas, pero la reforma educativa con un enfoque en los profesores en lugar de los estudiantes, no es nada nuevo.

Desde hace muchos años el trabajo de la Secretaría de Educación ha sido la de no educar mexicanos, sino hacer frente a los profesores y sus problemas laborales.

Nadie en México organiza mayor número de huelgas que el sindicato de maestros. Y, tristemente, muchos profesores, que suelen comprar o heredar su puesto de trabajo, son carentes de educación ellos mismos.

Durante una huelga en 2008 en Oaxaca, recuerdo haber caminado por el campamento temporal en búsqueda de un maestro leyendo un libro. Entre las decenas de miles de personas no encontré ninguno. Encontré gente escuchando la música a niveles de discoteca, viendo la televisión, jugando a las cartas o al dominó, vegetando. Vi algunas revistas del corazón, también.

Así que no debería haberme sorprendido por la respuesta cuando hablé en un evento reciente para promover la lectura para un público de unos 300 jóvenes de 14 y 15 años de edad.

“¿A quién le gusta leer?”, les pregunté. Sólo uno levantó la mano en el auditorio. Escogí cinco de la mayoría ignorante y les pedí que me dijeran por qué no les gustaba leer. El resultado era previsible: tartamudeaban, se quejaban, se impacientaban. Ninguno fue capaz de articular una frase, expresar una idea.

Frustrado, le dije a la audiencia dejar el auditorio e ir a buscar un libro para leer. Uno de
sus profesores se acercó a mí, muy preocupado. “Todavía tenemos 40 minutos para el final”, dijo. Les pidió a los niños sentarse de nuevo y comenzó a contar una fábula sobre una planta que no podía decidir si quería ser una flor o una cabeza de repollo.

“Señor”, susurré, “esa historia es para niños de kinder”.

En 2002, el presidente Vicente Fox inició un plan nacional de lectura que eligió como portavoz a Jorge Campos, un jugador de fútbol popular. Además, ordenó a millones de libros impresos y construyó una inmensa biblioteca.

Por desgracia, los maestros no fueron capacitados adecuadamente y a los niños no se les dio tiempo para su lectura en escuela. El plan se centró en el libro en lugar del lector.

He visto depósitos llenos de cientos de miles de libros olvidados, destinados a las escuelas y bibliotecas, simplemente esperando a que el polvo y la humedad los conviertan en basura.

Hace unos años hablé con el secretario de Educación de mi estado natal, Nuevo León, sobre lectura en las escuelas. Me miró sin entender lo que quería. “En la escuela, a los niños se les enseña a leer,” dijo. “Sí”, le contesté, “pero ellos no leen.” Le expliqué la diferencia entre saber leer y leer realmente, entre descifrar las señales de tráfico y el acceso al canon literario. Se preguntó cuál es el punto de hacer que los estudiantes lean “Don Quijote”. Dijo que necesitábamos enseñarles a leer el periódico.

Cuando mi hija tenía 15 años, su profesor de literatura prohibió toda ficción en su salón de clases. “Estamos para leer libros de historia y biología “, dijo,” porque de esa manera se va a leer y aprender al mismo tiempo”.

En nuestras escuelas, a los niños se les enseña lo que es fácil de enseñar en lugar de lo que necesitan para aprender. Es por esta razón que en México – y en muchos otros países del mundo– los de humanidades han sido dejados de lado.

Hemos convertido las escuelas en fábricas de empleados. Sin desafíos intelectuales, los estudiantes pueden avanzar de un nivel a otro, siempre y cuando asistan a clase y se sometan a los docentes. En este sentido, es natural que en la escuela secundaria se preparen choferes, camareros y lavavajillas.

Esto no es sólo acerca de mejor financiamiento. México gasta más del 5 por ciento de su PIB en la educación – aproximadamente el mismo porcentaje que los Estados Unidos-. Y no se trata de teorías pedagógicas o nuevas técnicas que buscan atajos. El equipo educativo no necesita ajuste, sino que necesita un cambio completo de dirección.

Es necesario que los estudiantes lean, lean y lean. Pero tal vez el gobierno mexicano no está preparado para que su pueblo sea verdaderamente educado. Sabemos que los libros dan ambiciones, expectativas a la gente, un sentido de la dignidad.


Si mañana nos despertáramos educados como los finlandeses, las calles estarían llenas de ciudadanos indignados y nuestro gobierno asustado se estaría preguntando dónde estas personas obtuvieron un entrenamiento para algo más que un lavavajillas.

La lectura como fracaso del Sistema Educativo



Por Gabriel Zaid

Leer por gusto es algo que se contagia, como todos los gustos, viendo a los entusiastas sumergidos en un libro, o escuchando el relato de sus aventuras. Tradicionalmente en México, muy pocos adquirían ese gusto en casa. Para la mayoría, el foco de contagio era la escuela: sus maestros, compañeros y amigos. Así como no abundaban los médicos hijos de médicos, pocos grandes lectores eran hijos de grandes lectores. Pero las aulas presagiaban que, en el futuro, se multiplicarían.

Desde hace un cuarto de siglo, el esfuerzo educativo ha sido intenso. Según el sexto informe del presidente Fox, México ocupa 1.7 millones de maestros en el ciclo escolar 2006-2007: más del doble que en 1980-1981. Desde entonces, la población escolar ha subido de 21.5 a 32.7 millones, en grupos más pequeños (19 alumnos por maestro, en vez de 29). También subió la escolaridad promedio de la población económicamente activa: de cinco a nueve años. El gasto en educación (casi todo público) subió del cinco al siete por ciento del PIB. Según la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), las familias dedicaban el dos por ciento de sus gastos a la educación en 1977 y el once por ciento en 2005: cinco veces más.

Pero, según la Encuesta nacional de lectura del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, dos de cada tres entrevistados declaran leer lo mismo o menos que antes, a fines del 2005. Sólo el 30% declaró leer más. El 13% dice que jamás ha leído un libro. Y cuando se pregunta a los que no están en ese caso cuál fue el último libro que leyó, la mitad dice que no recuerda. El 40% dice que ahora lee menos. También un 40% dice que nunca ha estado en una librería. Dos años antes, en la Encuesta nacional de prácticas y consumo culturales, también de Conaculta, el 37% dijo que nunca había estado en una librería.

Al 40% que dijo leer menos se le preguntó a qué edad leía más. El 83% (del 40%) dijo que de los 6 a los 22 años, o sea la edad escolar. Si de los entrevistados se escoge a los que tienen de 23 a 45 años (o sea los beneficiarios del gran impulso educativo), los números empeoran. El 45% (en vez del 40%) declara leer menos, de los cuales casi todos (90% en vez de 83%) dicen que leían más cuando tenían de 6 a 22 años. Queda claro que leían libros de texto, y que no aprendieron a leer por gusto.

Los entrevistados que no leen dan varias explicaciones, la primera de las cuales (69%) es que no tienen tiempo. Pero el conjunto de los entrevistados considera que la gente no lee, en primer lugar, por falta de interés o flojera. Sólo el 9% dice que por falta de tiempo.

Los entrevistados que han hecho estudios universitarios o de posgrado dieron respuestas todavía más notables. Según la ENIGH 2004, hay 8.8 millones de mexicanos en esa situación privilegiada (incluye a los 2.8 millones de universitarios que no terminaron sus estudios). Pero el 18% (1.6 millones) dice que nunca ha ido a una librería; el 35% (3 millones), que no lee literatura en general; el 23% (2 millones), que no lee libros de ningún tipo; el 40% (3.5 millones), que no lee periódicos; el 48% (4.2 millones), que no lee revistas y el 7% (más de medio millón) que no lee nada: ni libros, ni periódicos, ni revistas. El 30% (2.6 millones) dice que no gasta en libros, el 16% (1.4 millones) que gasta menos de $300 al año. O sea que la mitad de los universitarios (cuatro millones) prácticamente no compra libros. (Estos números confirman y acentúan lo que encontró la encuesta nacional sobre la cultura en México, realizada por la Universidad de Colima a fines de 1993: el 22.1% de los entrevistados con licenciatura o más no había comprado libros en los últimos doce meses.) Sin embargo, el 66% dice que compra la mayor parte de los libros que lee. Como dice leer en promedio cinco libros al año, esto implica que compra tres. El 77% dice que tiene su propia biblioteca, pero en el 68% de estas bibliotecas personales hay menos de 50 libros. Y ésta es la crema y nata del país.

Según la encuesta, los mexicanos destinan casi el 2% del presupuesto familiar a la compra de libros: $220 pesos anuales La mayoría (55%) dice que no gasta ni un centavo, pero muchos estiman que gastan el cinco o el diez por ciento. La estimación está infladísima. Según la ENIGH 2004, el gasto corriente monetario en libros, revistas y periódicos fue el 0.4% del gasto familiar. Los libros representan cuando mucho la mitad, digamos 0.2%: diez veces menos que lo declarado en la encuesta.

Según la encuesta, los mexicanos de 12 años o más leen en promedio 2.9 libros al año: 45.7% comprados, 20.1% prestados por un amigo o un familiar, 17.9% regalados, 10.2% prestados por una biblioteca y 1.2% fotocopiados. Sumando los comprados y regalados (63.6%, o sea 1.8 ejemplares), se pueden calcular los ejemplares vendidos: 103.3 millones de habitantes en octubre del 2005 × 75.7% de 12 años o más x 2.9 libros al año x 63.6% vendidos = 144 millones de ejemplares vendidos en el país el año 2005, lo cual parece exagerado.
En la ciudad de México (DF y zona metropolitana), según la encuesta, se leen 4.6 libros al año: 64.7% comprados, 16.5% prestados por un amigo o familiar, 10.2% regalados, 5.4% prestados por una biblioteca y 1% fotocopiados. Esto daría 18.5 millones de habitantes x 76% de 12 años o más x 4.6 libros al año por 74.9% comprados o regalados = 48 millones de ejemplares vendidos en la ciudad de México el año 2005, lo cual parece exagerado.

En la sección amarilla del directorio telefónico 2005 de la ciudad de México, había unas 325 librerías. Si se les atribuye la venta de 48 millones de ejemplares, vendieron 150,000 ejemplares cada una, que es altísimo. Las 75 librerías de Educal, cuyo tamaño es superior al promedio, tenían como meta para el año 2004 vender 75,000 libros y artículos culturales en promedio.

Y si la cifra de 48 millones de ejemplares para la ciudad de México es exagerada, la cifra nacional (144 millones) es una exageración mayor, porque implica que la ciudad de México no representa más que el 33% del país. Para muchos editores, representa el 80%. Pero suponiendo, conservadoramente, que sea el 50%, el total nacional daría el doble de la cifra (exagerada) de la ciudad de México: 96 millones, un ejemplar por habitante.

Según Fernando Peñalosa ( The Mexican book industry, 1957), había 150 librerías en el directorio telefónico de la ciudad de México de 1952. Si en el directorio de 2005 hay el doble (325), pero la población se ha sextuplicado (de 3.3 a 18.5 millones), en 53 años el número de librerías por millón de habitantes se ha reducido de 45 a 18. Otro indicador: desde 1950 (en todo el país, en todos los niveles) el número de maestros se ha multiplicado casi por veinte ( Estadísticas históricas de México ). Sin embargo, el número de lectores (a juzgar por el número de librerías de la ciudad de México), apenas se ha duplicado.


Un aspecto interesante de la encuesta es que muestra claramente que el interés (o desinterés) de los padres en la lectura se reproduce en los hijos. Habría que medir esto, no sólo en los hogares, sino en las escuelas y universidades. Una encuesta centrada en el mundo escolar, seguramente mostraría que los maestros no leen, y que su falta de interés se reproduce en los alumnos, por lo cual multiplicar el gasto en escuelas y universidades sirvió para multiplicar a los graduados que no leen. 

Contácto






OBSERVATORIO CIUDADANO DE LA LECTURA, EL LIBRO Y LAS BIBLIOTECAS


Póngase en contacto con nosotros para cualquier información.

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. México.

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martes, 13 de octubre de 2015

Propósitos

Propósitos

Recopilar y organizar estadísticas, estudios, bases de datos, investigaciones académicas y toda aquella información relevante para la comprensión de la situación actual de la lectura, el libro y las bibliotecas en México.

Analizar la documentación existente e identificar carencias con el fin de generar estudios e investigaciones cualitativas y cuantitativas que proporcionen las herramientas necesarias para una comprensión global del medio y una toma de decisiones informada.

Promover y facilitar la investigación interdisciplinaria en torno al libro, la lectura, las bibliotecas y la creación literaria  en todos sus formatos y soportes.

Desarrollar iniciativas de intercambio de experiencias y cooperación con instituciones locales, nacionales e internacionales afines.

Promover el diálogo y participación ciudadana, impulsar el debate y crear instancias de intercambio de información a través de seminarios, coloquios, conferencias, encuentros de especialistas y académicos, publicaciones y otras actividades de interés público.


Funciones

Actuar como órgano de asesoramiento, análisis y difusión de información periódica relativa a la situación de la lectura, el libro y las bibliotecas.

Recoger y analizar información sobre medidas y actuaciones puestas en marcha desde las diferentes instancias, tanto de la sociedad civil, públicas y privadas relacionadas con la lectura, el libro y las bibliotecas.

Actuar como foro de encuentro entre organismos públicos y privados y promover la colaboración entre ellos en materia de fomento de la lectura, del libro y de las bibliotecas.

Formular propuestas de actuación tendentes a mejorar de la situación de los hábitos de la lectura, el libro y las bibliotecas.

Colaborar con organizaciones similares dedicadas al estudio de la lectura, el libro y las bibliotecas.

Elaborar un informe anual que recoja los datos, recomendaciones y actuaciones más relevantes sobre la situación, prácticas y tendencias en el ámbito de la lectura, el libro y las bibliotecas.

Constituir un espacio de encuentro para la comunicación y el diálogo con los diversos sectores a nivel regional, nacional e internacional.


Áreas

Industria del libro: Producción editorial, comercio interior, comercio exterior, edición, distribución, comercialización, nuevas tecnologías aplicadas al sector, legislación, congresos y ferias, entre otros.

Fomento de la lectura: Campañas de lectura, experiencias en animación a la lectura, encuestas, estudios, estadísticas sobre hábitos de lectura, compra de libros y bibliotecas, materiales de difusión y otros.

Bibliotecas: Producción de documentación, servicios y desarrollo de proyectos de investigación en relación con las bibliotecas.

Creación literaria: Autores literarios, traductores e ilustradores: biografías, premios literarios, bibliografías.

lunes, 5 de octubre de 2015

Colaboraciones


El Observatorio ciudadano de la lectura, el libro y las bibliotecas (OLB), invita a los interesados a publicar textos originales sobre nuestras líneas de estudio: industria del libro, fomento a la lectura, servicios bibliotecarios y creación literaria. Los textos aceptados se publicarán en el blog oficial del OLB.
Los criterios de publicación son los siguientes:
  • El OLB se reserva el derecho de aceptar los textos propuestos bajo criterios de claridad, objetividad, pertinencia, oportunidad y calidad general de los mismos.
  • Los autores son responsables únicos del contenido de sus contribuciones.
  • Para ser publicados los materiales, incluyendo los comentarios, deben incluir, nombre completo, no contener agresiones hacia personas particulares, y satisfacer en lo general los requisitos más adelante estipulados en relación a extensión, redacción y ortografía.  El OLB se reserva el derecho a realizar ediciones menores en los textos a publicarse.
  • Los autores de las colaboraciones podrán responder a los comentarios que reciba su publicación.  Los autores de los comentarios podrán responder, así mismo, a las respuestas a los mismos.
  • El OLB se reserva el derecho a publicar los textos que considere pertinentes en el contexto de sus propósitos y política editorial, y a rechazar aquellas colaboraciones que contradigan en lo esencial sus propósitos, objetivos y enfoque editorial.
  • Los interesados deberán enviar sus textos por correo electrónico a la dirección fundalec@gmail.com
  • Los textos seleccionados permanecerán en la página principal del blog del OLB mientras no sean reemplazados con nuevos textos.
  • El OLB no se compromete a certificar la calidad académica de las colaboraciones publicadas, ni se reserva derechos autorales sobre los textos.
  • La publicación tendrá propósitos de difusión exclusivamente.
  • Los textos publicados pueden ser reproducidos en otros lugares sin necesidad de aviso formal, salvo por la mención de que fueron publicados originalmente en el OLB.
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  • En la eventualidad de que la página principal del blog del OLB desaparezca (por daños técnicos o por decisión del Observatorio), el OLB no asume responsabilidad por los textos publicados. Se recomienda a los autores que conserven copia de sus colaboraciones.

  • Se solicita que los textos sean enviados en formato Word.  Se recomienda que las colaboraciones tengan una extensión máxima de hasta 3 cuartillas a doble espacio (aproximadamente 1000 palabras), mientras que para los comentarios a los textos publicados se recomienda una extensión máxima aproximada de  500 palabras.
  • En caso de ser aprobados, los textos serán publicados en la página principal del blog del OLB en días posteriores a su aprobación.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Presentación

El Observatorio ciudadano de la lectura, el libro y las bibliotecas (OLB) es una instancia auspiciada por la Fundación Chiapaneca para el Fomento de la Lectura y la Educación A.C. (Fundalec), que propone un espacio de reflexión e intercambio de experiencias en torno a la palabra escrita y la lectura en distintos soportes y formatos, abierto a la ciudadanía y a los actores del libro, la lectura y las bibliotecas, es un centro de información y difusión que facilita herramientas para la toma de decisiones y el desarrollo de políticas públicas y propone metodologías adecuadas a la complejidad de su objeto de estudio.