miércoles, 14 de octubre de 2015

Estado de la lectura en México a mayo de 2015



Análisis del Modulo de Lectura del INEGI (MOLEC).- CANIEM

El 29 de junio pasado el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) presentó los resultados del Módulo de Lectura (MOLEC) correspondiente a mayo de 2015. Este módulo es una herramienta instrumentada por el mismo instituto para medir los índices de lectura  en personas de más de 18 años. Para la lectura de las cifras que arroja es importante considerar que no abarca del todo a la población, ya que no cuenta las lecturas de niños y jóvenes. Sin embargo, es un reflejo acertado de la cantidad de lecturas de un grupo fundamental de la población.

El Módulo de Lectura es un anexo a la Encuesta Nacional sobre Confianza del Consumidor (ENCO), y mientras que la ENCO es de periodicidad mensual, en 2015 se harán únicamente tres levantamientos del MOLEC.

La cobertura geográfica es de representación nacional y cubre las principales ciudades, determinadas como las 32 ciudades más grandes de cada entidad federativa. Se toman en cuenta solo las áreas urbanas por considerarse que en éstas se encuentra  la mayor cantidad de consumidores.

La muestra es de 2 mil 336 viviendas, en las 32 ciudades más grandes que, además, conforman el mismo agregado urbano de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE).

La unidad de muestreo es la vivienda y la población que es objeto de estudio es la de personas de 18 años y más que residen permanentemente en la vivienda particular.
Puesto que la muestra es de diseño probabilístico, los resultados se pueden generalizar a la población.

Los resultados que se presentan a continuación fueron obtenidos directamente de la base de datos del levantamiento de mayo de 2015 y no forman parte de los tabulados básicos del INEGI.

Puede consultar la información completa del Módulo de Lectura en la página del INEGI. (www.inegi.org.mx).

De acuerdo a las cifras del INEGI, el promedio de libros leídos por persona, en zonas urbanas, es de 3.9. Sin embargo al ver el desglose por entidad federativa se observa que 15 de estas se encuentran por encima del promedio. El número máximo de libros leídos por persona se encuentra en Sinaloa, sin embargo solo registra un total de 293 mil personas que leyeron libros.

Por otro lado, en el Distrito Federal, Jalisco y Nuevo León se observa que el número de personas que leyeron al menos un libro en los últimos 12 meses supera el millón de habitantes, aunque el promedio de libros leídos es de 2.6, 4.4, 3.4 y 3.5 respectivamente.

En el estado de Yucatán se registra el menor número de libros leídos al año, con 1.7. Le siguen los estados de Tabasco con 2.3 libros por persona y Chihuahua con 2.4.

El Distrito Federal se encuentra entre las nueve entidades cuyos habitantes leen menos de 3 libros al año. De acuerdo a los datos del MOLEC, el 47.6% de la población leyó libros de Literatura, mientras que el 31% leyó títulos de Autoayuda y Superación, mientras que 30.3% prefirió ediciones de cultura general (biografías, temas sociales o de interés general).

Por otro lado, 40% de la población considera que la razón principal para leer un libro es por gusto o entretenimiento. Una cuarta parte mencionó que fue por cultura general y 13% leyó libros por cuestiones de sus estudios.

De la población que leyó libros en los últimos 12 meses, el 40% compró la mayoría de los libros que leyó. Esto significa que solo 19% de la población en zonas urbanas compró libros para consumo personal. Para el 50% de los encuestados el material leído durante el último año, fue regalado o prestado.

Con base a la información levantada a través del MOLEC de mayo, el gasto hecho por la población urbana que leyó libros en los últimos 12 meses, fue de 5 mil 392 millones de pesos.

En promedio la población que compró los libros que leyó, gastó 886 pesos en un año. Solo en 11 de los estados el gasto en libros superó el promedio. La cantidad máxima se observa en Tabasco y solo en tres estados la inversión en libros supera los 2 mil pesos al año: Tabasco, Yucatán y Sinaloa. Mientras que en sentido contrario, el mínimo gastado se observa en Coahuila, con 177 pesos al año, además de esta entidad, en Quintana Roo, Tamaulipas y Tlaxcala, el promedio de gasto en libros, fue menor a 400 pesos.

El país que dejó de leer



Por David Toscana / New York Times

Hace años, la escuela no era para todos. Las aulas son lugares de disciplina, estudio. Los maestros eran figuras respetadas. Los padres realmente daban permiso para castigar a sus hijos con nalgadas o tirando de las orejas. Pero al menos en esos días la escuela tenía como objetivo ofrecer una vida más digna.

Hoy en día los niños asisten a la escuela más que nunca, pero  aprenden mucho menos. Aprenden casi nada. La proporción de la población mexicana que sabe leer y escribir está subiendo, pero en números absolutos hay más personas analfabetas en México ahora que los que había hace 12 años.

Incluso si la base de la alfabetización, la capacidad de leer una señal de tráfico o boletín de noticias va en aumento, la práctica de la lectura de un libro no lo es.

Una vez un país razonablemente bien educado, México, tomó el penúltimo lugar, entre 108 países, en una evaluación de la Unesco de los hábitos de lectura hace unos años.
Uno no puede dejar de preguntar al sistema educativo mexicano: “¿Cómo es posible que yo entregue un niño durante seis horas al día, cinco días a la semana, y me regresas a alguien que es básicamente un analfabeto?”

A pesar de los recientes avances en el desarrollo industrial y el creciente número de graduados en ingeniería, México está hundiéndose socialmente, políticamente y económicamente porque muchos de sus ciudadanos no leen.

Al asumir el cargo en diciembre, nuestro nuevo presidente, Enrique Peña Nieto, inmediatamente anunció un programa para mejorar la educación. Esto es típico. Todos los presidentes lo hacen al tomar la oficina.

¿El primer paso en su plan para mejorar la educación? Poner a la líder del sindicato de maestros, Elba Esther Gordillo, en la cárcel.

La señora Gordillo, quien ha dirigido la unión de 1,5 millones de miembros durante 23 años, es sospechosa de malversar unos 200 millones de dólares. Ella debe estar tras las rejas, pero la reforma educativa con un enfoque en los profesores en lugar de los estudiantes, no es nada nuevo.

Desde hace muchos años el trabajo de la Secretaría de Educación ha sido la de no educar mexicanos, sino hacer frente a los profesores y sus problemas laborales.

Nadie en México organiza mayor número de huelgas que el sindicato de maestros. Y, tristemente, muchos profesores, que suelen comprar o heredar su puesto de trabajo, son carentes de educación ellos mismos.

Durante una huelga en 2008 en Oaxaca, recuerdo haber caminado por el campamento temporal en búsqueda de un maestro leyendo un libro. Entre las decenas de miles de personas no encontré ninguno. Encontré gente escuchando la música a niveles de discoteca, viendo la televisión, jugando a las cartas o al dominó, vegetando. Vi algunas revistas del corazón, también.

Así que no debería haberme sorprendido por la respuesta cuando hablé en un evento reciente para promover la lectura para un público de unos 300 jóvenes de 14 y 15 años de edad.

“¿A quién le gusta leer?”, les pregunté. Sólo uno levantó la mano en el auditorio. Escogí cinco de la mayoría ignorante y les pedí que me dijeran por qué no les gustaba leer. El resultado era previsible: tartamudeaban, se quejaban, se impacientaban. Ninguno fue capaz de articular una frase, expresar una idea.

Frustrado, le dije a la audiencia dejar el auditorio e ir a buscar un libro para leer. Uno de
sus profesores se acercó a mí, muy preocupado. “Todavía tenemos 40 minutos para el final”, dijo. Les pidió a los niños sentarse de nuevo y comenzó a contar una fábula sobre una planta que no podía decidir si quería ser una flor o una cabeza de repollo.

“Señor”, susurré, “esa historia es para niños de kinder”.

En 2002, el presidente Vicente Fox inició un plan nacional de lectura que eligió como portavoz a Jorge Campos, un jugador de fútbol popular. Además, ordenó a millones de libros impresos y construyó una inmensa biblioteca.

Por desgracia, los maestros no fueron capacitados adecuadamente y a los niños no se les dio tiempo para su lectura en escuela. El plan se centró en el libro en lugar del lector.

He visto depósitos llenos de cientos de miles de libros olvidados, destinados a las escuelas y bibliotecas, simplemente esperando a que el polvo y la humedad los conviertan en basura.

Hace unos años hablé con el secretario de Educación de mi estado natal, Nuevo León, sobre lectura en las escuelas. Me miró sin entender lo que quería. “En la escuela, a los niños se les enseña a leer,” dijo. “Sí”, le contesté, “pero ellos no leen.” Le expliqué la diferencia entre saber leer y leer realmente, entre descifrar las señales de tráfico y el acceso al canon literario. Se preguntó cuál es el punto de hacer que los estudiantes lean “Don Quijote”. Dijo que necesitábamos enseñarles a leer el periódico.

Cuando mi hija tenía 15 años, su profesor de literatura prohibió toda ficción en su salón de clases. “Estamos para leer libros de historia y biología “, dijo,” porque de esa manera se va a leer y aprender al mismo tiempo”.

En nuestras escuelas, a los niños se les enseña lo que es fácil de enseñar en lugar de lo que necesitan para aprender. Es por esta razón que en México – y en muchos otros países del mundo– los de humanidades han sido dejados de lado.

Hemos convertido las escuelas en fábricas de empleados. Sin desafíos intelectuales, los estudiantes pueden avanzar de un nivel a otro, siempre y cuando asistan a clase y se sometan a los docentes. En este sentido, es natural que en la escuela secundaria se preparen choferes, camareros y lavavajillas.

Esto no es sólo acerca de mejor financiamiento. México gasta más del 5 por ciento de su PIB en la educación – aproximadamente el mismo porcentaje que los Estados Unidos-. Y no se trata de teorías pedagógicas o nuevas técnicas que buscan atajos. El equipo educativo no necesita ajuste, sino que necesita un cambio completo de dirección.

Es necesario que los estudiantes lean, lean y lean. Pero tal vez el gobierno mexicano no está preparado para que su pueblo sea verdaderamente educado. Sabemos que los libros dan ambiciones, expectativas a la gente, un sentido de la dignidad.


Si mañana nos despertáramos educados como los finlandeses, las calles estarían llenas de ciudadanos indignados y nuestro gobierno asustado se estaría preguntando dónde estas personas obtuvieron un entrenamiento para algo más que un lavavajillas.

La lectura como fracaso del Sistema Educativo



Por Gabriel Zaid

Leer por gusto es algo que se contagia, como todos los gustos, viendo a los entusiastas sumergidos en un libro, o escuchando el relato de sus aventuras. Tradicionalmente en México, muy pocos adquirían ese gusto en casa. Para la mayoría, el foco de contagio era la escuela: sus maestros, compañeros y amigos. Así como no abundaban los médicos hijos de médicos, pocos grandes lectores eran hijos de grandes lectores. Pero las aulas presagiaban que, en el futuro, se multiplicarían.

Desde hace un cuarto de siglo, el esfuerzo educativo ha sido intenso. Según el sexto informe del presidente Fox, México ocupa 1.7 millones de maestros en el ciclo escolar 2006-2007: más del doble que en 1980-1981. Desde entonces, la población escolar ha subido de 21.5 a 32.7 millones, en grupos más pequeños (19 alumnos por maestro, en vez de 29). También subió la escolaridad promedio de la población económicamente activa: de cinco a nueve años. El gasto en educación (casi todo público) subió del cinco al siete por ciento del PIB. Según la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), las familias dedicaban el dos por ciento de sus gastos a la educación en 1977 y el once por ciento en 2005: cinco veces más.

Pero, según la Encuesta nacional de lectura del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, dos de cada tres entrevistados declaran leer lo mismo o menos que antes, a fines del 2005. Sólo el 30% declaró leer más. El 13% dice que jamás ha leído un libro. Y cuando se pregunta a los que no están en ese caso cuál fue el último libro que leyó, la mitad dice que no recuerda. El 40% dice que ahora lee menos. También un 40% dice que nunca ha estado en una librería. Dos años antes, en la Encuesta nacional de prácticas y consumo culturales, también de Conaculta, el 37% dijo que nunca había estado en una librería.

Al 40% que dijo leer menos se le preguntó a qué edad leía más. El 83% (del 40%) dijo que de los 6 a los 22 años, o sea la edad escolar. Si de los entrevistados se escoge a los que tienen de 23 a 45 años (o sea los beneficiarios del gran impulso educativo), los números empeoran. El 45% (en vez del 40%) declara leer menos, de los cuales casi todos (90% en vez de 83%) dicen que leían más cuando tenían de 6 a 22 años. Queda claro que leían libros de texto, y que no aprendieron a leer por gusto.

Los entrevistados que no leen dan varias explicaciones, la primera de las cuales (69%) es que no tienen tiempo. Pero el conjunto de los entrevistados considera que la gente no lee, en primer lugar, por falta de interés o flojera. Sólo el 9% dice que por falta de tiempo.

Los entrevistados que han hecho estudios universitarios o de posgrado dieron respuestas todavía más notables. Según la ENIGH 2004, hay 8.8 millones de mexicanos en esa situación privilegiada (incluye a los 2.8 millones de universitarios que no terminaron sus estudios). Pero el 18% (1.6 millones) dice que nunca ha ido a una librería; el 35% (3 millones), que no lee literatura en general; el 23% (2 millones), que no lee libros de ningún tipo; el 40% (3.5 millones), que no lee periódicos; el 48% (4.2 millones), que no lee revistas y el 7% (más de medio millón) que no lee nada: ni libros, ni periódicos, ni revistas. El 30% (2.6 millones) dice que no gasta en libros, el 16% (1.4 millones) que gasta menos de $300 al año. O sea que la mitad de los universitarios (cuatro millones) prácticamente no compra libros. (Estos números confirman y acentúan lo que encontró la encuesta nacional sobre la cultura en México, realizada por la Universidad de Colima a fines de 1993: el 22.1% de los entrevistados con licenciatura o más no había comprado libros en los últimos doce meses.) Sin embargo, el 66% dice que compra la mayor parte de los libros que lee. Como dice leer en promedio cinco libros al año, esto implica que compra tres. El 77% dice que tiene su propia biblioteca, pero en el 68% de estas bibliotecas personales hay menos de 50 libros. Y ésta es la crema y nata del país.

Según la encuesta, los mexicanos destinan casi el 2% del presupuesto familiar a la compra de libros: $220 pesos anuales La mayoría (55%) dice que no gasta ni un centavo, pero muchos estiman que gastan el cinco o el diez por ciento. La estimación está infladísima. Según la ENIGH 2004, el gasto corriente monetario en libros, revistas y periódicos fue el 0.4% del gasto familiar. Los libros representan cuando mucho la mitad, digamos 0.2%: diez veces menos que lo declarado en la encuesta.

Según la encuesta, los mexicanos de 12 años o más leen en promedio 2.9 libros al año: 45.7% comprados, 20.1% prestados por un amigo o un familiar, 17.9% regalados, 10.2% prestados por una biblioteca y 1.2% fotocopiados. Sumando los comprados y regalados (63.6%, o sea 1.8 ejemplares), se pueden calcular los ejemplares vendidos: 103.3 millones de habitantes en octubre del 2005 × 75.7% de 12 años o más x 2.9 libros al año x 63.6% vendidos = 144 millones de ejemplares vendidos en el país el año 2005, lo cual parece exagerado.
En la ciudad de México (DF y zona metropolitana), según la encuesta, se leen 4.6 libros al año: 64.7% comprados, 16.5% prestados por un amigo o familiar, 10.2% regalados, 5.4% prestados por una biblioteca y 1% fotocopiados. Esto daría 18.5 millones de habitantes x 76% de 12 años o más x 4.6 libros al año por 74.9% comprados o regalados = 48 millones de ejemplares vendidos en la ciudad de México el año 2005, lo cual parece exagerado.

En la sección amarilla del directorio telefónico 2005 de la ciudad de México, había unas 325 librerías. Si se les atribuye la venta de 48 millones de ejemplares, vendieron 150,000 ejemplares cada una, que es altísimo. Las 75 librerías de Educal, cuyo tamaño es superior al promedio, tenían como meta para el año 2004 vender 75,000 libros y artículos culturales en promedio.

Y si la cifra de 48 millones de ejemplares para la ciudad de México es exagerada, la cifra nacional (144 millones) es una exageración mayor, porque implica que la ciudad de México no representa más que el 33% del país. Para muchos editores, representa el 80%. Pero suponiendo, conservadoramente, que sea el 50%, el total nacional daría el doble de la cifra (exagerada) de la ciudad de México: 96 millones, un ejemplar por habitante.

Según Fernando Peñalosa ( The Mexican book industry, 1957), había 150 librerías en el directorio telefónico de la ciudad de México de 1952. Si en el directorio de 2005 hay el doble (325), pero la población se ha sextuplicado (de 3.3 a 18.5 millones), en 53 años el número de librerías por millón de habitantes se ha reducido de 45 a 18. Otro indicador: desde 1950 (en todo el país, en todos los niveles) el número de maestros se ha multiplicado casi por veinte ( Estadísticas históricas de México ). Sin embargo, el número de lectores (a juzgar por el número de librerías de la ciudad de México), apenas se ha duplicado.


Un aspecto interesante de la encuesta es que muestra claramente que el interés (o desinterés) de los padres en la lectura se reproduce en los hijos. Habría que medir esto, no sólo en los hogares, sino en las escuelas y universidades. Una encuesta centrada en el mundo escolar, seguramente mostraría que los maestros no leen, y que su falta de interés se reproduce en los alumnos, por lo cual multiplicar el gasto en escuelas y universidades sirvió para multiplicar a los graduados que no leen. 

Contácto






OBSERVATORIO CIUDADANO DE LA LECTURA, EL LIBRO Y LAS BIBLIOTECAS


Póngase en contacto con nosotros para cualquier información.

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. México.

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fundalec@gmail.com



martes, 13 de octubre de 2015

Propósitos

Propósitos

Recopilar y organizar estadísticas, estudios, bases de datos, investigaciones académicas y toda aquella información relevante para la comprensión de la situación actual de la lectura, el libro y las bibliotecas en México.

Analizar la documentación existente e identificar carencias con el fin de generar estudios e investigaciones cualitativas y cuantitativas que proporcionen las herramientas necesarias para una comprensión global del medio y una toma de decisiones informada.

Promover y facilitar la investigación interdisciplinaria en torno al libro, la lectura, las bibliotecas y la creación literaria  en todos sus formatos y soportes.

Desarrollar iniciativas de intercambio de experiencias y cooperación con instituciones locales, nacionales e internacionales afines.

Promover el diálogo y participación ciudadana, impulsar el debate y crear instancias de intercambio de información a través de seminarios, coloquios, conferencias, encuentros de especialistas y académicos, publicaciones y otras actividades de interés público.


Funciones

Actuar como órgano de asesoramiento, análisis y difusión de información periódica relativa a la situación de la lectura, el libro y las bibliotecas.

Recoger y analizar información sobre medidas y actuaciones puestas en marcha desde las diferentes instancias, tanto de la sociedad civil, públicas y privadas relacionadas con la lectura, el libro y las bibliotecas.

Actuar como foro de encuentro entre organismos públicos y privados y promover la colaboración entre ellos en materia de fomento de la lectura, del libro y de las bibliotecas.

Formular propuestas de actuación tendentes a mejorar de la situación de los hábitos de la lectura, el libro y las bibliotecas.

Colaborar con organizaciones similares dedicadas al estudio de la lectura, el libro y las bibliotecas.

Elaborar un informe anual que recoja los datos, recomendaciones y actuaciones más relevantes sobre la situación, prácticas y tendencias en el ámbito de la lectura, el libro y las bibliotecas.

Constituir un espacio de encuentro para la comunicación y el diálogo con los diversos sectores a nivel regional, nacional e internacional.


Áreas

Industria del libro: Producción editorial, comercio interior, comercio exterior, edición, distribución, comercialización, nuevas tecnologías aplicadas al sector, legislación, congresos y ferias, entre otros.

Fomento de la lectura: Campañas de lectura, experiencias en animación a la lectura, encuestas, estudios, estadísticas sobre hábitos de lectura, compra de libros y bibliotecas, materiales de difusión y otros.

Bibliotecas: Producción de documentación, servicios y desarrollo de proyectos de investigación en relación con las bibliotecas.

Creación literaria: Autores literarios, traductores e ilustradores: biografías, premios literarios, bibliografías.

lunes, 5 de octubre de 2015

Colaboraciones


El Observatorio ciudadano de la lectura, el libro y las bibliotecas (OLB), invita a los interesados a publicar textos originales sobre nuestras líneas de estudio: industria del libro, fomento a la lectura, servicios bibliotecarios y creación literaria. Los textos aceptados se publicarán en el blog oficial del OLB.
Los criterios de publicación son los siguientes:
  • El OLB se reserva el derecho de aceptar los textos propuestos bajo criterios de claridad, objetividad, pertinencia, oportunidad y calidad general de los mismos.
  • Los autores son responsables únicos del contenido de sus contribuciones.
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  • Los autores de las colaboraciones podrán responder a los comentarios que reciba su publicación.  Los autores de los comentarios podrán responder, así mismo, a las respuestas a los mismos.
  • El OLB se reserva el derecho a publicar los textos que considere pertinentes en el contexto de sus propósitos y política editorial, y a rechazar aquellas colaboraciones que contradigan en lo esencial sus propósitos, objetivos y enfoque editorial.
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